Domingo de Pascua
Ciclo A
02 de abril de 2023
Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Hch 10, 34a.37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ustedes conocen lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Sal 118(117),1-2. 15c y 16a y 17.22-23 (R. 24)
R. Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
O bien:
R. Aleluya.
V. Den gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
V. «La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.
Barran la levadura vieja para ser una masa nueva
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1Co 5,6b-8 (Opción 2)
Hermanos:
¿No saben que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barran la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que ustedes son panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SECUENCIA
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la glorira de la Pascua».
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Él había de resucitar de entre los muertos
Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 20,1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Estaba al alba María
Siempre me ha llamado la atención, al contemplar la liturgia de este día, esta narración que se presenta como himno cargado de Alegría; de una mujer que llena de dolor acude a un sepulcro. Al respecto, pienso en todas aquellas madres que siempre acuden a un cementerio a llorar a sus hijos, hijos que partieron por diferentes motivos, pero que en su corazón hay un profundo dolor que nadie se lo puede quitar, solo la certeza de su fe puede arrancarlo, la fe de aquel que se encuentran con el Señor Resucitado.
Esta mujer, María Magdalena, acude a ese lugar y con gran sorpresa no encuentra a aquel que llama “el amor y mi esperanza”, porque ha Resucitado, ha vuelto a la vida, que la muerte ha sido vencida. Todo ello es obra de la confianza en el Padre, de aquel que gritó desde la cruz “Por qué me has abandonado”, y que también dijo: “en tus manos encomiendo mi espíritu”. Expresiones cargadas de gran humanismo y confianza en Aquel que todo lo puede, confianza que hace posible que Él se levante de ese lugar inhóspito y frío y revela que la vida es más grande que un momento de dolor.
Así mismo, es admirable evidenciar que María Magdalena, aquel día, expresa su gran amor hacia su Maestro caminando desde muy temprano a su tumba, más aún, con la limitación o dificultad que ese día era sábado y no se permitía realizar ningún tipo de trabajo. Sin embargo, con todo ello, se encontró con una gran sorpresa que quizás en el instante la consternó, la tumba estaba vacía: “ y vio quitada la piedra del sepulcro”. Aunque, en este momento, el terror debió apoderarse de María al constatar que el cuerpo de su Señor había sido robado por algún saqueador de tumbas. Lo cierto es que había ocurrido un acontecimiento único y excepcional, irrepetible en la historia de la humanidad y que cambiaría el destino de millones de personas a través del tiempo, ¡El Señor Jesús ha resucitado!
María Magdalena sale de la experiencia de resurrección con el deseo de compartir la noticia con sus compañeras y compañeros (Jn 20,18). Sí, el primer testigo de este evento fue una mujer. Es importante recordar que la resurrección de Jesús es el fundamento capital de la fe que confesamos y que, sin esta certeza, no sería posible el comunicar el mensaje de vida nueva; por ello, esta mujer proclama con toda la alegría de su corazón: “Ha resucitado, mi amor y mi esperanza”.
Cómo sería el ardor de su corazón para expresar estas palabras, que llenan de Alegría y Felicidad toda su vida. Y, en este mismo sentido, recuerdo a Teresita del Niño Jesús, en su poema 33 “Sólo Jesús” afirmaba:
“Mi corazón ardiente quiere darse sin tregua, siente necesidad de mostrar su ternura. ¿Más quién comprenderá mi amor, qué corazón querrá corresponderme? En vano espero y pido que nadie pague con amor mi amor. Sólo tú, mi Jesús, eres capaz de contentar mi alma. ¡Mi única paz, mi amor, mi sola dicha eres tú, mi Señor!”.
Que la Alegría de este día, de esta presencia de Jesús, dado en Amor y en presencia de Eucaristía, nos lleve como María Magdalena, al alba del día, al secar sus lágrimas y limpiar sus ojos puede reconocer a Jesús junto a ella, a exclamar con toda la fuerza del corazón: “Resucitó mi amor y mi esperanza”.
Con la Madre del Carmelo, seguimos este camino que nos lleva a ese gozo de ser verdaderos discípulos y discípulas, que siguen con amor su presencia.
Fray Jairo Enrique del Espíritu Santo, OCD.