Solemnidad Santa Teresa de Jesús
Semana XXVIII del Tiempo Ordinario
15 de Octubre de 2023
DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA. 7, 7 – 14.
Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza. No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y a la belleza, me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Todos los bienes juntos me vinieron con ella, había en sus manos riquezas incontables, de todas gocé, porque la sabiduría las trae, aunque yo no sabía que ella las engendra todas. Aprendí sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL 83
R/. Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.
V. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor. R/.
V. Hasta el gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina,
un nido donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los Ejércitos, rey mío y Dios mío. R/.
V. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.
V. Porque el Señor es sol y escudo, Él da la gracia y la gloria.
El Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable. R/.
DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 14 – 17.
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre). Ese espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo. El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. El que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 7, 14 – 18.
Durante la fiesta de las Tiendas, Jesús subió al templo a
enseñar. Entonces se asombraron los judíos y decían: “¿Cómo sabe éste letras si no ha estudiado?” Y Jesús les replicó: “Mi enseñanza no es mía, sino de Aquel que me ha enviado: si alguien quiere hacer su voluntad, sabrá si esta enseñanza es de Dios o si yo hablo por mí mismo. El que habla por sí mismo busca su propia gloria: pero el que busca la gloria del que le ha enviado, es sincero y no hay fraude en él”. El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba: “El que tenga sed, que venga a mí; el que creer en mí, que beba”. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
«Sabiduría»
En este domingo XXVIII del año litúrgico, celebramos los carmelitas descalzos el día de “La Santa Madre”. Hoy nuestra liturgia adquiere una singularidad propia de familia, que hace eco con la memoria que la Iglesia universal ora de esta mujer extraordinaria.
La celebración está inspirada por la liturgia de la Palabra que tiene como común denominador la SABIDURÍA. Todos los textos de hoy nos hablan de Ella para referirnos a ella, sí a Teresa, como manantial de agua fresca que tiene el poder de saciar la sed de sentido que todos padecemos y que a tantos los lleva a buscar por cañadas oscuras. La “Andariega de Dios” es testigo de la sabiduría que nos hace libres, y tiene el poder y autoridad que brinda una vida marcada por la pasión por la verdad y que adquiere como lugar de discernimiento el hombre, su dignidad absoluta, su estatura real y su capacidad sin límites para obrar el bien a partir de la fuente inspiradora de su vida, al saberse habitado por Dios. En ella vemos como el Misterio divino nos revela nuestro ser, nuestra verdad. Dios revela al hombre.
Teresa es sabia. Su sabiduría la encontró en su quehacer diario, pues desde niña su pasión por la verdad la hizo inquieta, rebelde, terca y obstinada por el conocimiento, por la aventura, la palabra y el encuentro. Se supo dotada de una inteligencia especial que la llevó a la lectura, a la amistad y al encuentro elocuente. Todo eso fue configurando una personalidad recia y en ascuas que hizo que la semilla de su fe creciera en un corazón sediento de verdad y afecto profundo. Y su sabiduría es un don divino que se convirtió en su tarea diaria con una responsabilidad tenaz que llamó “determinada determinación”, esto es, lejos de toda distracción. Así supo forjar un caudal existencial, una vida entera, que se hizo palabra, memoria, testamento, autoridad: ¡sabiduría!
En el pasaje de hoy, vemos como el autor invoca y suplica a Dios el don de la sabiduría, siendo consciente, como hemos dicho anteriormente, que esta es un don de Dios, que uno no la obtiene por méritos. Lo cual no quiere decir, que seamos instrumentos pasivos esperando la intervención de Dios. Debemos hacer nuestra elección y tener en cuenta nuestras prioridades.
Como Teresa, el autor del texto ha preferido la sabiduría y la ha puesto por encima de los cetros, los tronos, las riquezas, la piedra más inestimable, el oro, la plata, la salud, la belleza y la luz. La sabiduría, o si preferimos el conocimiento, la experiencia, la unión con Dios está por encima de cualquier otra riqueza y en Teresa esto aparece como un camino apasionante.
Teniendo en cuenta el evangelio podemos reflexionar sobre ¿dónde tenemos puesta la sed de nuestro corazón: ¿en nuestras capacidades o habilidades?, ¿en nuestros actos y nuestras propias fuerzas…? O, por el contrario, ¿nuestro bien más querido es la Sabiduría, la que da el Espíritu Santo que transverberó el corazón de Teresa: Jesús?
Él es “la sabiduría de Dios» en carne viva. Y para evitar toda confusión, esta «sabiduría divina» se mostró completamente desnuda de poder y de riquezas, en medio de una vida “crucificada”. Para los cristianos no hay sabiduría mayor, y sabio es el que sigue a Jesucristo. Y Teresa es sabia porque es “DE JESÚS”.
Gracias, Teresa, por ser un pozo en donde podemos saciar nuestra sed y en la oración nos indicaste la puerta que conduce a la verdad.
“Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita.”
“Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Él lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado.”
Fr. Mauricio Uribe Duque,OCD.