DOMINGO DE RAMOS
24 de Marzo de 2024
No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado (Tercer cántico del Siervo del Señor)
Lectura del libro de Isaías. Is 50,4-7
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Sal 22(21),8-9.17-18a.19-20. 23-24 (R. 2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que temen al Señor, alábenlo;
linaje de Jacob, glorifíquenlo;
témanlo, linaje de Israel». R.
Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. Flp 2,6-11
Cristo Jesús, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Mc 15, 1-39
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?
Cronista
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S. «¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?,
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomo de nuevo la palabra y les preguntó:
S. ¿Qué hago con el que llaman rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. Crucifícalo
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. Crucifícalo
C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le ponen una corona de espinas, que hablan trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio- y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.
Conducen a Jesús al Gólgota
C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),
«Fue contado entre los enemigos»
C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos,
C. También los otros crucificados lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, espiro
C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tiniebla hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».
C. (Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. Mira, llama a Elías
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujeto a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. Dejen, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acerquémosnos al Hijo de Dios
Nuestra amada Iglesia Católica, en su exquisita y sabia pedagogía, nos propone un tiempo de preparación para disponernos y celebrar más dignamente los misterios grandes de nuestra salvación. Es el caso, por ejemplo, del tiempo litúrgico de Cuaresma en el que, por cuarenta días iniciados el Miércoles de Cenizas, nos hemos venido preparando para celebrar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte. Y estos misterios los celebramos litúrgicamente en la Semana Santa, que iniciamos hoy, con la celebración del Domingo de Ramos y con la lectura de la Pasión del Señor Jesús según el Evangelio de San Marcos, que es el más antiguo aunque ocupe el segundo lugar en el Canon y el orden en que lo encontramos en nuestra Biblia.
Solamente propongo dos observaciones para la reflexión. La primera, que el Evangelio nos dice “también Pedro le siguió de lejos” (Marcos 14,54). Detalle que conservan los otros Evangelios sinópticos: “Pedro le iba siguiendo de lejos” (Mateo 26,58) y “Pedro le iba siguiendo de lejos” (Lucas 22,54). A Jesús, el Señor, no se le puede seguir “de lejos”, ni a la distancia ni por correspondencia ni por medios virtuales. El seguimiento a Jesús necesariamente implica en quienes le siguen, una actitud y disposición para movernos de donde estamos para poder tener una íntima “cercanía” al Señor, quien nos ha llamado y a quien seguimos. La lejanía produjo en su gran amigo, en Pedro, la gran traición y negación de su amistad con el gran Amigo Jesús.
La segunda observación que ofrezco, tiene que ver con la exclamación del centurión que estaba frente a Jesús, cuando éste expiró: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!” (Marcos 15,39). Es el punto culmen o máximo del Evangelio de Marcos. Es en la Cruz donde se puede reconocer la verdadera identidad de Jesús y en donde se entrega totalmente por nosotros para nuestra salvación.
Que esta Semana Mayor nos ayude a “acercarnos” mucho más a Jesús, para que desde esa cercanía no lo traicionemos ni neguemos que somos sus amigos. Y, en segundo lugar, que lo sigamos por el mismo camino que Él caminó, recordando la sentencia de nuestra santa madre Teresa de Jesús: “todos llevan sus cruces, aunque diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir los que le siguen, si no se quieren perder… Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor, y con el contento que anda y el provecho que saca de todo” (Vida 11,5.17).
Fr. Milton Moulthon de la Santísima Trinidad, OCD.