XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
06 de octubre de 2024
Y serán los dos una sola carne
Lectura del libro del Génesis. Gn 2,18-24
El Señor Dios se dijo:
«No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude».
Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera.
Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él, que le ayudase.
Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne.
Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán.
Adán dijo:
«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será «mujer», porque ha salido del varón».
Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Sal 126(127),1-2.3.4-5a.5b-6 R. cf. 5)
R. Que el Señor nos bendiga
todos los días de nuestra vida.
V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.
V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.
V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R.
V. Que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel! R.
Hb 2,9-11
El santificador y los santificados proceden todos del mismo
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos:
Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos.
Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación.
El santificador y los santificados proceden todos del mismo.
Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 10, 2-12 (forma breve)
En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba:
«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».
Él les replicó:
«¿Qué les ha mandado Moisés?».
Contestaron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo:
«Por la dureza de su corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo:
«Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
«Dios los creó hombre y mujer»
¿Cuál es la relación que guarda la pareja y el amor conyugal, con el Reino de Dios? Jesús recuerda que “al principio Dios creó al hombre y a la mujer”. El plan original de Dios para el ser humano es el del amor. La pareja humana, y eso es lo que recuerda Jesús, ha de encarnar ese ideal. La pareja, hombre y mujer, tiene la tarea de recordarle a la comunidad de los creyentes, y a todos los seres humanos, que el plan de Dios es el del amor siempre y en todo lugar. Este es el servicio que ofrece la conyugalidad a la comunidad. Ya san Pablo habla de que este misterio del amor esponsal es como el de Cristo y la Iglesia (Cf. Ef. 5, 24-32). Es el servicio profético de anunciar que el plan amoroso de Dios es posible instituirlo en este mundo.
Que los dos se constituyan en una sola carne, quiere decir que se ha de tener los mismos sentimientos de Cristo y un solo corazón para poder así ofrecer el verdadero testimonio de que es posible encarnar ese plan divino original y permanente. Por ello se habla de adulterio, que no es otro su significado de fraude, distorsión, falsificación, lo que en el marco del matrimonio significaría no llevar a cabo en y por la pareja ese ideal de amor que Dios quiere en cada ser humano, y de manera particular con su Iglesia.
Los pequeños y los humildes, en definitiva, los creyentes en el mensaje de Jesús, el Reinado de Dios entre los hombres, son los que están dispuestos al proyecto del amor. Jesús cuenta con quienes de corazón se abren a su acción y se comprometen con el proyecto del Reino, donde el amor de los esposos es un poderoso catalizador para cristalizar la voluntad amorosa de Dios, manifestada desde el principio y revelada al corazón del hombre y la mujer.
Esos corazones humildes deben estar atentos a purificar, depurar las relaciones interpersonales, en especial, las relaciones amorosas con el fin de hacerlas adecuadas al plan de Dios; relaciones que transparenten respeto, justicia, donación, generosidad y que produzcan frutos de paciencia, alegría, constancia, de modo que la pareja, y por ende la familia, sean trabajadores aprovechados en la mies del Señor (Lc. 10,2). Y no solo revisar y purificar esas relaciones interpersonales en el orden de los afectos, sino también en orden a la clarificación de los más esencial, puesto que en la actualidad, con el increíble bombardeo publicitario que incentiva el consumo y el materialismo, el amor también es cosificado, banalizado, comprado y vendido bajo muchas formas o pretextos. Por ello, ser fieles al evangelio, que no es otra cosa que al amor cristiano, es la mejor manera de asegurar que el plan divino, que ha sido desde el principio, siga siéndolo hoy para todos los hombres y mujeres.
Fr. Julio E. López, OCD.