IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
10 de agosto de 2024
Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios.
Lectura del primer libro de los reyes. 1R 19,4-8
En aquellos días. Elías anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo.
«¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!».
Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo:
«Levántate y come».
Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo:
«Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo».
Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. cf. 9a)
R. Gusten y vean qué bueno es el Señor.
V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
V. Proclamen conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
V. Contémplelo, y quedarán radiantes,
su rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
V. El ángel del Señor acampa
en torno a quienes le temen
y los protege.
Gusten y vean qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge al él. R.
Vivan en el amor como Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. Ef 4,30–5,2
Hermanos:
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con que él los ha sellado para el día de la liberación final.
Destierren de ustedes amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sean buenos, comprensivos, perdonándose unos a otros como Dios los perdonó en Cristo.
Sean imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivan en el amor como Cristo los amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 6,41-51
En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
«¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquen. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado
y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios».
Todo el que escuche al Padre y aprende, vienen a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad les digo; el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Pan vivo bajado del cielo
¡Oh, Madre muy amada, pese a mi pequeñez,
como tú yo poseo en mí al Omnipotente!
Mas no tiemblo de espanto al mirar mi flaqueza:
de la Madre el tesoro a la hija pertenece,
y yo soy tu hijita, ¡oh, mi Madre adorada!,
tus virtudes, tu amor, ¿no están entre mis bienes?
Cuando a mi corazón desciende Jesús-Hostia,
¡cree posar en ti tu Cordero inocente!
Santa Teresita del Niño Jesús (PN 54,5)
El evangelio correspondiente al XIX domingo del tiempo ordinario, continúa con el discurso eucaristico, donde Jesús se identifica como el pan vivo bajado del cielo. En esta ocasión, los judíos cuestionan la manera en que el Hijo de Dios se está presentando, dado que, conocen su procedencia humana y es dificil llegar a pensar en su origen divino: “¿no es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?” (V42).
Jesús invita a los Judíos a no murmurar sino, antes bien, los exhorta a dejarse atraer por el Padre a través de “aquél que ha venido de Dios y ha visto al Padre” (V46). El problema de fondo está en que a los judíos les cuesta aceptar la manifestación de Dios en la carne y en la sangre del Hijo de Dios, envíado como aquella sabiduría que alimenta para la vida de una vez para siempre. Se trata de un alimento que no es perecedero, un alimento diferente al maná que comieron los israelitas en su marcha por el desierto.
En este orden de ideas, los versículos que hacen parte de este bello discurso del pan de vida, constituyen una invitación a ir más allá de nuestros propios intereses, cuestionamientos y cálculos que no nos dejan ver por completo la luz de la verdad que reviste la persona de Jesús y su mensaje. De hecho, pareciera que la historia se repite nuevamente en nuestra vida de fe cuando nos quedamos en el asombro del espectaculo provocado por el milagro y no se profundiza en la sabiduría que está en el fondo del mismo. Esto, es lo que sucede con la multiplicación de los panes, donde el mismo Jesús advierte que es más importante “trabajar no por el alimento que perece sino por el alimento que permanece” (Jn 6,27).
Jesús es el alimento que ha bajado del cielo para permanecer en el interior de cada ser humano. Así pues, en el discurso del pan de vida, Juan está ampliando la idea incial de su evangelio cuando habla del Verbo encarnado, la sabiduría de Dios, la Palabra que quiere poner su morada en cada hombre y lo capacita para hacerlo partícipe de su misma vida divina; este es el verdadero pan vivo, bajado del cielo. De modo que, el evangelista está recalcando la importancia de saber acoger esta sabiduría que viene de lo alto por medio de la fe. Como a los judíos, nos cuesta creer y aceptar lo que realmente somos: imagen y semejanza; capacidad divina, seres humanos creados para saciar la vida entera con el mejor alimento que permanece.
Que la Virgen María y santa Teresita intercedan por nosotros para que sepamos acoger a Jesús-Hostia, verdadero tesoro que el cielo nos hereda para alimentar la propia vida con aquello que realmente perdura hasta la eternidad.
Fray Ángel Andrés Albarracín de la Asunción de María, OCD.