SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL CARMEN
Semana XV del Tiempo Ordinario
16 de julio de 2023
Elías oró y el cielo dio su lluvia
Lectura del primer libro de los Reyes. 1Re. 18,41-46
En aquellos días, Elías dijo a Ajab: «Vete a comer y beber, que ya se oye el ruido de la lluvia». Ajab fue a comer y beber, mientras Elías subía a la cima del Carmelo; allí se encorvó hacia tierra, con el rostro en las rodillas, y ordenó a su criado: «Sube a otear el mar». El criado subió, miró y dijo: «No se ve nada». Elías ordenó: «Vuelve otra vez». El criado volvió siete veces, y a la séptima dijo: «Sube del mar una nubecilla como la palma de una mano». Entonces Elías mandó: «Vete a decirle a Ajab que enganche el carro y se vaya, no le coja la lluvia». En un instante se oscureció el cielo con nubes empujadas por el viento y empezó a llover. Ajab montó en el carro y marchó a Yizreel. Y Elías, con la fuerza del Señor, se ciñó y fue delante de Ajab, corriendo hasta la entrada de Yizreel.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Sal 14,1.2-3.4
R. Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
V. Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
R. Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
V. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?
R. Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
V. El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua.
R. Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
V. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor.
R. Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas. Gal. 4,4-7
Cuando se cumplió el tiempo envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como son hijos, Dios envió a sus corazones al Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba! ¡Padre!. Así que ya no eres esclavo, sino Hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor
Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
Lectura del santo Evangelio según San Juan. Jn. 19,25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA
LA VIRGEN DEL CARMEN
Desde los inicios de la comunidad cristiana la Virgen María ha tenido un papel protagónico y esencial en el camino de todo autentico discípulo hacia el buen Jesús. Ella marca el derrotero a seguir. Para saber amar, hacer amar y servir al Señor hay que seguirle los pasos a la Santísima Virgen María. Los padres de la Iglesia decían sabiamente: “A Jesús por María”. La devoción a ella en el caminar de fe, de crecimiento espiritual, no es accidental ni accesorio, como puede ser la devoción a un santo. Por eso ella es la “Santísima”, decir, la santa entre todos los santos, quien los preside, quien les ha mostrado por “donde es”, quien representa su modelo y referente de santidad. A quien Dios quiere hacerlo muy santo, lo hace muy fiel devoto de la Virgen María, pues ella se encarga de cuidarle, acompañarlo y llevarlo de su mano, como toda buena Madre, a adorar en espíritu y verdad a Jesús con la vida toda. Esta comprensión ha acompañado la historia de la Iglesia desde siempre y para siempre. Es ella quien marca la pauta para vivir auténticamente la espiritualidad cristiana.
El Carmelo es todo de María. A ella le pertenecemos por completo y le debemos nuestra consagración al Señor. La manera como los primeros carmelitas en el Monte Carmelo la identificaron fue como Nuestra Señora del lugar, la dueña, la patrona. Ella es centro y sentido de nuestra vocación en el ferviente deseo de servir al Señor. El escapulario, al vestirlo, además de ser un signo de protección, se convierte en todo un compromiso de entrega plena, apertura y disposición a la acción amorosa del Espíritu Santo, dedicación por entero a poner por obra la voluntad de Dios. Al adoptarla, en el testamento divino dado por el mismo Jesús en la cruz, como Madre, hermana, amiga, compañera bienhechora de camino, hay una certeza que nos lleva adelante y es la de contar con su amparo amoroso. Ella no permite que sus hijos, hermanos, amigos, todo quien se consagra al Señor a través de su luz y guía, se extravíen en el camino, ella nos lleva de manera segura al buen Dios. Ella nos muestra cómo acoger al Señor, orar, hacer vida su palabra, agradarle, servirle en los demás. La tarea es clara y sencilla, maravillosa y retadora, pero a la vez grave y delicada, es todo un programa de vida: vivir en obsequio de Jesucristo, a imagen suya. La Virgen María se convierte así en el sentido mas profundo de nuestra vocación, del llamado que hemos sentido y al que nos encontramos respondiendo.
Para lograr ser auténticamente cristiano hay que seguirle la pista a la Virgen María, inscribirse en su escuela, dejarse instruir interiormente por su ejemplo preclaro de amor y entrega. La espiritualidad cristiana, la que intenta todo carmelita comunicar con su vida y palabra, tiene como modelo acabado de fe, de santidad, de seguimiento de la adorable persona de Jesús, a la Virgen María. Es esto lo que significa acogerla y llevarla consigo, a nuestra casa. La verdadera devoción a la Santísima Virgen María no solo consiste en dedicarle novenas, rezos o triduos, en invocarla en las celebraciones eucarísticas al final o adornar sus altares con flores y velas. Es todo esto, pero también algo mucho más importante y profundo: La auténtica devoción a la Virgen María es la de imitar sus virtudes, intentando vivir como ella vivió, en total comunión de amor y obediencia a Dios. Es disponer el corazón, con ella, para poner por obra la voluntad de amor que Jesús nos dejó como camino de salvación. Es saber consagrar nuestra vida, a imagen suya, para concretar el amar, hacerle amar y servir al buen Dos con todo lo que somos y hacemos.
Fr. Richard Bayona de Francisco de Asís, OCD.