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24° Semana del Tiempo Ordinario
14 de septiembre de 2025
Se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado
Lectura del libro del Éxodo. Éx 32,7-11.13-14
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman:
“Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo:
“Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a su descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor
Sal 51(50),3-4. 12-13.17 y 19
R. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R.
V. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.
V. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R.
Cristo vino para salvar a los pecadores
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo. 1Tm 1,12-17
Querido hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Seño
Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 15, 1-32 (forma larga)
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Les digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
También les dijo:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Saquen enseguida la mejor túnica y vístansela; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y sacrifíquenlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
V. Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Volver a Dios
Antes de dar inicio a la reflexión del evangelio, quiero hacer una precisión de fecha, ya que este 14 de septiembre en muchos lugares se celebra el día de la Santa Cruz, nosotros en Colombia, por disposición de la Conferencia Episcopal, la celebramos el 3 de mayo. Hoy, a la vez, celebramos al Señor de los milagros. Devoción muy arraigada en nuestro territorio colombiano.
Para este domingo vigésimo cuarto del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos sitúa en la temática de volver a Dios. Quiero proponerles este camino, ya que la línea conductora de toda la liturgia de la palabra nos hará entender qué significa volver a Dios.
En el libro del Éxodo encontramos cómo Yahvé es celoso, -entiéndase celoso aquí como un protector- que esta atento a su pueblo y al devenir de lo que le acontece, y ellos se han hecho un becerro, es decir se han vuelto idólatras, Veo cuán obstinado es este pueblo —continuó el SEÑOR a Moisés—. Déjame, pues, que mi ira se encienda contra ellos y los consuma. Entonces haré de ti una gran nación. Pero a pesar de la ira de Dios, Él no pierde la promesa de hacer del pueblo de Moisés una gran nación. Y por eso, Moisés lo que hace es recordarle a Yahvé la promesa: Haré que su descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo; y toda esta tierra que prometí, la daré a su descendencia como herencia perpetua. Situarnos en esta lectura del libro del éxodo hace pensar que la ira de Dios ardía contra su pueblo, pero más que la ira de Dios, lo que encontramos es la oportunidad que Dios da a su pueblo a pesar de ser de dura cerviz. Se han apartado, por eso desaciertan del camino y los mandatos pactados, no quieren una conducta conformada con la voluntad de Dios, apartarse de la voluntad divina es alejarse de Dios mismo, por eso lo hace descender y que tome el timón de su pueblo.
Moisés retorna a la presencia de Dios con una súplica, nosotros también podemos volver a Dios con una oración que nace del corazón de cada uno de nosotros. Es verdad, nos hemos dejado llevar por lo ídolos que hoy nos seducen y nos alejan de la presencia de Dios, podemos idolatrar la casa, el carro, el título universitario, el trabajo, cualquier cosa que retenga nuestra atención puede ser nuestros ídolos, aquello que hemos construido; pero siempre es bueno volver al corazón de Dios, dejar de ser de dura cerviz, término que hoy podemos traducir como los obstinados que somos en el pecar y alejar a los hermanos confiados de la acción de Dios.
En el Salmo hemos repetido: Me levantaré e iré a mi padre, significando con ello, el deseo que tenemos de volver al corazón del Padre, porque nos hemos alejado de él por nuestra dura cerviz. Hoy mas que nunca es necesario tomar en serio la invitación de levantarnos, estamos en una pasividad espiritual y personal que nos ha dejado en la indiferencia con los hermanos más necesitados que están caídos en la miseria del pecado o los hemos puesto en boca de los demás difamando al otro.
Ir al Padre es un término que nos hace comprender que, acogiendo con amor, paciencia y fe nuestra propia historia, podemos sobreponernos a la adversidad recurriendo a aquella apertura que el Señor nos ha donado y que vive en cada uno de nosotros, la gracia de nuestro Señor ha sido abundante, junto con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús, solo tenemos que dejarla salir y para esto necesitamos fe en el Señor y en sus designios. Es encaminarnos a una nueva experiencia de vida, donde este buen Padre está atento a cada uno de nosotros.
Timoteo nos va mostrando que el tema central de esta liturgia es la Misericordia: fui tratado con misericordia, para que en mí, como el primero, Cristo Jesús pudiera mostrar toda su paciencia. La misericordia nos lleva a tener actitudes de eternidad, es decir, está inmersa en el tiempo y nos hace comportar con los demás con acciones concretas de compasión, empatía y afecto que se sienten en lo más profundo del ser, similar a la ternura del buen pastor con sus ovejas o la mujer que encuentra la moneda perdida y la hermosa parábola del padre misericordioso.
El evangelio de Lucas resalta el papel del fariseo que comienza a quejarse por la acción de Jesús en pos de los necesitados, ellos quieren que el actuar de Jesús sea basado en mandatos, o acciones que no desdigan lo que la tradición decía. Pero se les olvida que la misericordia no es un atributo de Dios, sino su fundamento, su forma de expresarse y de actuar en el mundo y con los hombres. Esto es lo que hace mágica la liturgia del día de hoy, la misericordia es el norte de nuestro caminar hacia la eternidad.
Queridos lectores, en síntesis de la liturgia del día de hoy, quedémonos con que el fundamento de Dios se manifiesta en:
Feliz día del amor y la amistad en Colombia, feliz fin de semana. Dios los bendiga y gracias por leer estas líneas.
Fr. Alejandro García Ramírez. OCD
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